Quédate con nosotros.
Llegamos al tercer Domingo de Pascua. Comenzado el mes de Mayo, mes dedicado a María. Y prolongando el gozo de la Resurrección del Señor, al que se añade la acción de gracias a Dios por los dos nuevos santos recién canonizados: San Juan XXIII y San Juan Pablo II.
El Evangelio de hoy nos presenta uno de los textos más hermosos y completos de este tiempo pascual. Es el relato de Emaús. Tiene lugar el primer día de la semana, el domingo, cuando dos discípulos de Jesús van desde Jerusalén a Emaús. Caminan decepcionados, parece que todo ha terminado, las promesas de Jesús se han esfumando con su muerte: el reino, las bienaventuranzas, la paz, el amor. En esa situación, Jesús se hace el encontradizo y camina junto a ellos, lo ven pero no lo reconocen.
Jesús comienza a explicarles las Escrituras, especialmente lo que se refería a Él. Al llegar a Emaús, hace ademán de seguir adelante, pero los discípulos le dicen: “quédate con nosotros”. Finalmente Jesús se queda y a la mesa “tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio”. Entonces lo reconocieron, pero el desapareció.
Nosotros, como estos discípulos, vamos por el camino de la vida decepcionados, sin rumbo, muchas veces angustiados, parece que todo está mal, no hay salida ni solución para nada. Jesús camina a nuestro lado, pero no lo reconocemos. Necesitamos escuchar su Palabra y participar en la Eucaristía para caer en la cuenta que está en medio de nosotros. Entonces cambiará todo, y animosos, saldremos a contar y testimoniar nuestra experiencia de encuentro con el resucitado.
Es la catequesis perfecta. Jesús es el protagonista de toda experiencia cristiana. Siempre sale al encuentro, aunque no lo reconozcamos. Nos ofrece el don de su Palabra y la posibilidad de reconocerlo en la Eucaristía. Por ello no hemos de abandonar nunca estos pilares de nuestra fe, de nuestra vida cristiana: escucha de la Palabra y celebración de la Eucaristía. Entonces reconoceremos la presencia del Señor, aunque no lo veamos.
La primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles es un fragmento del discurso de Pedro el día de Pentecostés. Se dirige a los israelitas, los primeros destinatarios del anuncio, del kerygma primitivo. Dios ha resucitado de Jesús. El resucitado es el mismo que el crucificado, y este es aquél que realizó milagros, signos y prodigios conforme al plan de Dios.
Dios es el protagonista, el que envió a su Hijo, el que permitió que fuera crucificado para ser, después resucitado. Este es el Misterio de nuestra fe que celebramos con gozo a lo largo de este tiempo pascual.
Pidamos al Señor que se quede con nosotros, que fortalezca y renueve nuestra fe. Que nos haga valientes y enérgicos al anunciar y dar testimonio de su presencia entre nosotros.
Luis Gurucharri Amostegui