En adelante no peques más.
Llegamos al quinto Domingo de Cuaresma. La primera lectura del profeta Isaías nos recuerda que algo nuevo está brotando, se abrirán caminos y ríos en el desierto y el yermo, para apagar la sed del pueblo formado por el Señor para proclamar su alabanza. El camino cuaresmal va llegando a su fin. ¿Sentimos al Señor más cerca? ¿Le dedicamos más tiempo? ¿Nos sentimos elegidos para alabar al Señor y proclamamos esta alabanza ante los demás?.
La liturgia de este domingo nos regala un texto evangélico excepcional. El encuentro de Jesús con la adúltera en el evangelio de Juan. Es un texto que todos los analistas afirman supone un añadido posterior al evangelio, pero que en cualquier caso tiene un mensaje fundamental. Jesús se muestra compasivo con las personas pecadoras, pero implacable hacia el pecado que esclaviza y destruye todo tipo de relación y comunicación con Dios y los hermanos. El primer versículo, al citar el monte de los olivos, nos va acercando a la Semana Santa. Jesús en el templo enseñando a todo el pueblo, escena de un Jesús maestro, docente que en cualquier ocasión y lugar no pierde el tiempo para realizar la misión que el Padre le ha encomendado. Un vez más los dos grupos: el pueblo escucha a Jesús; los escribas y fariseos lo comprometen para poder acusarlo.
La escena la podemos visualizar con los datos que nos da el evangelio. La mujer sorprendida en adulterio en medio de todos los acusadores. La ley de Moisés recogida en el Levítico y el Deuteronomio mandaba apedrear a estar personas pecadoras hasta la muerte. Jesús da tiempo para la reflexión, para tomar conciencia de la situación. “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Con estas palabras provoca la reflexión, la autocrítica, el examen de conciencia. ¿Cómo podemos acusar, juzgar y condenar si no estamos limpios de corazón?. Se van yendo todos, empezando por los más viejos. Estos pueden acumular sabiduría, si acompasan sus muchos años desde la fe y la presencia de Dios. Pero también rencor, si sólo se quedan en la letra de la ley.
En los últimos versículos Jesús se encuentra cara a cara con la mujer. Como en tantas ocasiones Jesús aprovecha estos encuentros personales, de frente, para personalizar su mensaje y su propuesta de cambio y conversión. Jesús no condena, perdona, pero le pide a la mujer que en adelante no peque más. Jesús nos acogerá a todos, seamos como seamos, hayamos cometido los pecados que sean, nos ofrecerá su perdón. Pero nos recuerda la necesidad de abandonar una vida de pecado, de ruptura, de falta de amor.
San Pablo en el texto autobiográfico que hemos leído de la Carta a Filipenses, nos invita a mirar hacia adelante, a olvidar el pasado personal y comunitario de pecado. Para correr a la meta y ganar el premio, el encuentro con Jesús resucitado en la próxima celebración de la Pascua.
Luis Gurucharri Amóstegui