Hoy se cumple esta Escritura
Nos encontramos en el tercer domingo del tiempo ordinario. Jesús ya ha sido bautizado y presentado por el Padre. Ha comenzado su vida pública anunciando con sus palabras y gestos el Evangelio del Reino. Hoy en el Evangelio de Lucas leemos dos fragmentos unidos: el prólogo y la presentación programática de Jesús en la sinagoga de Nazaret.
Los cuatro primeros versículos del tercer Evangelio nos hablan de la intención del evangelista. Escribir por orden los hechos que acontecieron a Jesús, como habían ya realizado otros anteriormente y según los testigos oculares y predicadores de la palabra. Lucas reconoce así el proceso de elaboración de su Evangelio: testigos oculares que vieron y oyeron a Jesús; predicadores de la palabra que comunicaron verbalmente lo que los testigos habían transmitido, y finalmente, Lucas que compone y escribe para que “conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido”. La finalidad del Evangelio es conocer, afianzar las enseñanzas, en este año de la fe, el Evangelio de Lucas pretende que aumente nuestro conocimiento experiencial del Señor.
La segunda parte del Evangelio sitúa a Jesús en Galilea, con la fuerza del Espíritu, enseñando en la sinagoga de Nazaret. El lugar de costumbre, donde desenrrolla y lee el pasaje de Isaías. En él se habla de alguien ungido por el Espíritu con la misión de anunciar la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, la liberación de los oprimidos y traer el año de gracia del Señor. Jesús se aplica a sí mismo este pasaje del profeta, “Hoy se cumple esta Escritura...”. Con Jesús ha llegado el tiempo a su plenitud, ha llegado el tiempo mesiánico, ya no hay que esperar más, es el tiempo de la máxima gracia. Este hoy no es un tiempo cronológico, sino teológico. La plenitud de la revelación ha llegado en Jesucristo. Él trae libertad y liberación, luz y gracia a todos los que seguimos encontrándonos con su Palabra, con su presencia en cada celebración. No hemos de esperar más, si nos sentimos cautivos por el dolor, el pecado; ciegos por las tinieblas del egoísmo o la indiferencia, el Señor nos trae la plenitud de su amor.
La segunda lectura es continuación de la del domingo pasado. El apóstol Pablo desarrolla un texto magistral de eclesiología. Si el domingo pasado nos decía que un mismo Espíritu suscita diversos carismas, hoy toma la imagen del cuerpo para que comprendamos que en la Iglesia, en cada parroquia y comunidad hemos de vivir la comunión desde la diversidad y pluralidad de ministerios, funciones, tareas, servicios. Todos no tenemos que hacer todo, cada cual su función para el bien de la comunidad. La gran riqueza de cada comunidad cristiana es, precisamente, la variedad de tareas y servicios voluntarios que gratuitamente desarrollan tantas personas en nuestras parroquias. Recemos hoy unos por otros.
Luis Gurucharri Amóstegui