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Domingo, 14 de abril de 2013

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 27b-32. 40b-41

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo:
- «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron:
- «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.
Palabra de Dios.

 
Segunda lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14

Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente:
«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.»
Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar - todo lo que hay en ellos -, que decían:
«Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.»
Y los cuatro vivientes respondían: «Amén.»
Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.

Palabra de Dios.

 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
- «Me voy a pescar.»
Ellos contestan:
- «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
- «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron:
- «No.»
Él les dice:
- «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. »
La echaron, y no teman fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
- «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
- «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
- «Vamos, almorzad,»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

 
Comentarios

Es el Señor.

 

         Celebramos este domingo el tercero de Pascua. Seguimos celebrando el gozo de Jesucristo resucitado en nuestra vida, en nuestra comunidad, en toda la Iglesia.

         El evangelio de hoy nos lleva al lago de Tiberíades, donde Jesús comenzó su misión apostólica llamando a aquellas dos parejas de hermanos pescadores. Una vez resucitado vuelve al mismo lugar, se aparece a siete de sus discípulos entre los que se encuentran Pedro, Juan, Tomás, los Zebedeos.... Ellos han vuelto a su vida cotidiana, a su trabajo habitual. Aparentemente parece que su vida ha cambiado poco. Dice el evangelio que esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a los discípulos, las dos anteriores habían tenido lugar en Jerusalén, probablemente en el cenáculo, sin olvidar que previamente se había aparecido a María Magdalena y otras mujeres.

         El resucitado se hace presente también en el lugar del trabajo, en los espacios y ambientes de la vida cotidiana. La pesca no ha sido favorable, toda la noche pescando y no cogieron nada. Pero Jesús se hace presente al amanecer y transforma aquella realidad, siguiendo su palabra, echaron las redes y pescaron una multitud de peces. Jesús transforma la situación, pero, sobre todo, transforma el corazón, los corazones de los discípulos. Juan, el discípulo amado, reconoce que es el Señor y se lo indica a Pedro. Caer en la cuenta de que el Señor está en medio de ellos hace que todo cambie: el trabajo, la perspectiva, las relaciones, etc. Los Santos Padres interpretan la reacción de Pedro como un cambio radical en su conducta. Se tira al agua, diríamos en un lenguaje coloquial, se tira a la piscina porque ha tomado conciencia de su misión. La barca con Jesús es la Iglesia, el agua del lago , el mundo, la misión que nos espera a quienes hemos descubierto a Cristo resucitado.

         Termina el relato con el almuerzo, la comida de todos juntos, el pan y el pescado. Los discípulos han comprendido quién es Jesús resucitado y lo han de celebrar. Varios relatos de apariciones en los evangelios culminan alrededor de la mesa, compartiendo el pan. Evidentemente evoca, sugiere la Eucaristía. Jesús toma el pan y se lo da. La mejor forma que tenemos los cristianos de encontrarnos con el Resucitado es en la Eucaristía. Ella es fuente y culmen de nuestra fe. La necesitamos para fortalecer el trabajo en la misión que hemos de llevar a cabo, y también es la expresión máxima, la celebración por excelencia en la que compartimos la presencia de Jesús resucitado. Por ello hemos de prepararla, cuidarla, vivirla con profundidad e intensidad.

         Lo Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura nos hablan de la persecución que tuvieron que vivir los apóstoles Pedro y Juan por anunciar el Evangelio de Jesucristo. Ante el sumo sacerdote confesaron que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Las leyes humanas no tendrían que contradecir la ley divina, pero, en ocasiones ocurre así. Como los apóstoles hemos de obedecer a Dios por encima de todo. Él siempre quiere lo mejor para nosotros. Sigamos en Pascua acogiendo su palabra de vida y celebrando gozosos la Eucaristía.

 

 

                                                        Luis Gurucharri Amóstegui


 
Leyenda



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