Es el Señor.
Celebramos este domingo el tercero de Pascua. Seguimos celebrando el gozo de Jesucristo resucitado en nuestra vida, en nuestra comunidad, en toda la Iglesia.
El evangelio de hoy nos lleva al lago de Tiberíades, donde Jesús comenzó su misión apostólica llamando a aquellas dos parejas de hermanos pescadores. Una vez resucitado vuelve al mismo lugar, se aparece a siete de sus discípulos entre los que se encuentran Pedro, Juan, Tomás, los Zebedeos.... Ellos han vuelto a su vida cotidiana, a su trabajo habitual. Aparentemente parece que su vida ha cambiado poco. Dice el evangelio que esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a los discípulos, las dos anteriores habían tenido lugar en Jerusalén, probablemente en el cenáculo, sin olvidar que previamente se había aparecido a María Magdalena y otras mujeres.
El resucitado se hace presente también en el lugar del trabajo, en los espacios y ambientes de la vida cotidiana. La pesca no ha sido favorable, toda la noche pescando y no cogieron nada. Pero Jesús se hace presente al amanecer y transforma aquella realidad, siguiendo su palabra, echaron las redes y pescaron una multitud de peces. Jesús transforma la situación, pero, sobre todo, transforma el corazón, los corazones de los discípulos. Juan, el discípulo amado, reconoce que es el Señor y se lo indica a Pedro. Caer en la cuenta de que el Señor está en medio de ellos hace que todo cambie: el trabajo, la perspectiva, las relaciones, etc. Los Santos Padres interpretan la reacción de Pedro como un cambio radical en su conducta. Se tira al agua, diríamos en un lenguaje coloquial, se tira a la piscina porque ha tomado conciencia de su misión. La barca con Jesús es la Iglesia, el agua del lago , el mundo, la misión que nos espera a quienes hemos descubierto a Cristo resucitado.
Termina el relato con el almuerzo, la comida de todos juntos, el pan y el pescado. Los discípulos han comprendido quién es Jesús resucitado y lo han de celebrar. Varios relatos de apariciones en los evangelios culminan alrededor de la mesa, compartiendo el pan. Evidentemente evoca, sugiere la Eucaristía. Jesús toma el pan y se lo da. La mejor forma que tenemos los cristianos de encontrarnos con el Resucitado es en la Eucaristía. Ella es fuente y culmen de nuestra fe. La necesitamos para fortalecer el trabajo en la misión que hemos de llevar a cabo, y también es la expresión máxima, la celebración por excelencia en la que compartimos la presencia de Jesús resucitado. Por ello hemos de prepararla, cuidarla, vivirla con profundidad e intensidad.
Lo Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura nos hablan de la persecución que tuvieron que vivir los apóstoles Pedro y Juan por anunciar el Evangelio de Jesucristo. Ante el sumo sacerdote confesaron que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Las leyes humanas no tendrían que contradecir la ley divina, pero, en ocasiones ocurre así. Como los apóstoles hemos de obedecer a Dios por encima de todo. Él siempre quiere lo mejor para nosotros. Sigamos en Pascua acogiendo su palabra de vida y celebrando gozosos la Eucaristía.
Luis Gurucharri Amóstegui