Jesús es tentado.
El pasado miércoles comenzamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma con el rito de la imposición de la ceniza. Hoy nos encontramos en el primer domingo de Cuaresma.
Las lecturas nos presentan tres textos muy importantes del Antiguo y Nuevo Testamento. La primera de ellas del libro del Deuteronomio contiene el conocido como “credo histórico” de este libro. Un texto muy antiguo y fundamental en el que el pueblo de Israel, antes de entrar en la tierra prometida, recibe la instrucción de Moisés de cómo el sacerdote presentará las primicias de la tierra para ofrecerlas al Señor. Al hacerlo reconocerá en ese credo el protagonismo de Dios que ha conducido a su pueblo desde la liberación hasta la entrada en la tierra prometida. El Señor escuchó la voz de su pueblo, sacó de la esclavitud, los introdujo en esta tierra, les dio sus frutos, por ello tiene sentido que el pueblo lo recuerde y al presentar las primicias se postre ante el Señor su Dios.
Precisamente en el evangelio leemos y escuchamos el texto del evangelista Lucas sobre las tentaciones de Jesús. El Espíritu es el que conduce a Jesús al desierto, allí durante cuarenta días sintió hambre tras ser tentado por el diablo. Este quiere dividir, enfrentar, separar, a Jesús de su Dios y de la misión que el Padre le tiene encomendada. El diablo quiere pervertir la misión de Jesús confundiéndole. Las tres tentaciones son las tentaciones tipo, paradigmáticas de cualquier tentación. Se desarrollan en diferentes lugares: el desierto, el monte, el templo. Y con la misma estructura: el diablo interviene para convencer a Jesús; y este le contesta con citas textuales de la Palabra de Dios, más concretamente del Deuteronomio. Las tentaciones de Jesús recogen las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto: de alimento, de idolatría, de placer y poder autosuficiente. Jesús vence al tentador confiando en la Palabra y en Dios mismo que es el único que merece confianza y adoración. Vencido el tentador, dice el evangelista que se marchó hasta otra ocasión, quizás haciendo referencia a Getsemaní.
Hemos comenzado la Cuaresma, camino de conversión, de vuelta a Dios y a los hermanos. El maligno puede tentarnos en cualquier lugar, como a Jesús. Tentaciones de materialismo egoísta, de poder y autosuficiencia absoluta, de placer sin sentido. El tentador nos puede ofrecer el dios tener, el dios poder, el dios que nos aleja del verdadero Dios que nos pide confianza, servicio, entrega, dedicación. Nos podemos dejar guiar por el Espíritu y en clima de oración y vencer al maligno con la Palabra de Dios, acogida, escuchada y meditada.
En la segunda lectura de la carta de Pablo a los Romanos, su obra cumbre, una invitación clara: profesar con los labios aquello que cree nuestro corazón. La fe nos justifica, la profesión de esa fe nos salva. En este año de la fe pidamos al Señor que nos haga coherentes, auténticos entre lo que decimos y hacemos; entre lo que creemos y profesamos. El es nuestro Señor y Dios lo resucitó de entre los muertos, este es el núcleo, el contenido fundamental de nuestra fe, no lo olvidemos.
Luis Gurucharri Amóstegui