La Sagrada Familia.
El domingo después de Navidad celebra la Iglesia el día de la Sagrada Familia. Este año con el lema “Educar la fe en familia”. En el año de la fe que estamos viviendo y celebrando, se nos recuerda que es en la familia y desde la familia como recibimos la fe, la hacemos crecer, la celebramos, etc.
En la primera lectura encontramos la historia de Ana y Samuel. Existen muchos paralelismos con la de María y Jesús. Ana entrega a su hijo al sacerdote Elí, lo cede al Señor de por vida. El Señor que había escuchado la oración y súplica de Ana concediéndole el hijo, ahora lo recibe “para que sea suyo”. María evoca en el Magnificat la actitud agradecida de Ana. También Jesús en el evangelio recuerda que debe estar en la casa de su Padre.
El relato del evangelio sigue mostrándonos el Misterio de la Encarnación del Mesías. María y José como una familia piadosa de su tiempo acuden a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Quieren hacer todo según mandaba la Ley. Quieren educar a su hijo en la más estricta observancia de los preceptos legales. El niño se queda en Jerusalén sin saberlo sus padres, y estos creen que lo han perdido. Lucas, en principio, no da importancia al hecho del despiste, en aquel tiempo la familia y caravana formaban un conjunto compacto. Finalmente sus padres lo encuentran en el templo, después de tres días, los mismos que transcurren entre la muerte y la resurrección. Tres días sin Jesús. Lo encuentran en el Templo y María expresa su disgusto, su angustia. Pensemos la que se lía y organiza en la actualidad cuando un niño desaparece tres días.
Jesús contesta a su madre que debía estar en la casa de su Padre. Son las primeras palabras de Jesús en el evangelio de Lucas, dirigidas a María, su madre, y para expresarle cuál es su verdadero origen, su meta, el Padre. Es una primera revelación de un muchacho de doce años que sus padres no comprendieron. Jesús desde que tiene un mínimo de conciencia, de responsabilidad, vive desde, en y para el Padre.
Los últimos versículos nos recuerdan que Jesús vivió bajo su autoridad, crece como un hombre, como una persona normal. Encarnado en su familia, historia, etc. María conservaba todo en su corazón, es la segunda vez que se nos recuerda esto. La primera, cuando nació Jesús. En el evangelio de Lucas, María profundiza, guarda, medita, lo que no entiende abriéndose a la fuerza del Espíritu que la había fecundado. Y finalmente un versículo que puede ser un tratado de antropología cristiana. Jesús crecía en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y los hombres. Jesús va creciendo en las tres dimensiones propias y genuinas del ser humano: la física, crecía sano; la intelectual, el conocimiento, el saber; y la gracia, el afecto, el amor de Dios. Sus padres se encargaban de que estas tres dimensiones estuvieran presentes en el crecimiento de Jesús. También las familias cristianas de hoy día deben hacer crecer en esta triple dimensión para que eduquemos personas equilibradas y armónicas, serenas, felices La familia es el ámbito adecuado, privilegiado para el crecimiento completo. No olvidemos el crecimiento en la fe, en la dimensión trascendente de la vida. Para ello los padres han de estar continuamente formados en la fe. Una fe formada, vivida y celebrada se transmitirá mejor y los niños y jóvenes siempre lo agradecerán.
Luis Gurucharri Amóstegui