No es Dios de muertos, sino de vivos.
Este versículo del Evangelio es el mejor resumen del mensaje de la Palabra de Dios en este domingo treinta y dos del tiempo ordinario. Este mes de Noviembre que comenzamos con la solemnidad de todos los santos y seguimos con la conmemoración de los fieles difuntos, nos sigue hablando de resurrección y de vida.
La primera lectura es impresionante. Es aconsejable leer todo el capítulo, el séptimo del Segundo Libro de los Macabeos, para comprender el alcance de todo el relato. Los versículos que nos ofrece la traducción litúrgica son muy importantes pero quedan escasos. Estamos en el siglo segundo antes de Cristo, el sanguinario rey Antíoco IV Epífanes emprende una persecución contra los judíos observantes. Encuentra respuesta y contestación en los Macabeos y en familias como la que narra el texto. Una madre con sus siete hijos que antes de rechazar la fe en Dios y el cumplimiento de la ley sufren el martirio. Es en este capítulo, junto a otros del libro de Daniel, donde por primera vez en el Antiguo Testamento se habla de resucitar para la vida eterna. El sacrificio del martirio, no puede quedar sin la recompensa de Dios. Faltaban dos siglos para el acontecimiento de la resurrección de Jesucristo, pero ya textos como el de Macabeos nos hablan de un Dios que “nos resucitará”.
El Evangelio de Lucas se sitúa entre las controversias que Jesús mantiene con diferentes grupos religiosos de su tiempo en la explanada del Templo de Jerusalén. La del texto que nos ocupa, con los saduceos. Un grupo importante e influyente en el Sanedrín, caracterizado por no creer en el resurrección. A este grupo y a otros muchos les costaba admitir el anuncio realizado por Jesús, hasta por tres veces, de que iba a resucitar. Por ello le preguntan con un caso práctico e hipotético, qué pasaría con una mujer que por cumplir la ley del levirato de Moisés se hubiera casado con siete hermanos sin dejar descendencia. Cuando muriese la mujer y resucitase, de qué hermano sería la mujer?. Normalmente a estas preguntas tan concretas Jesús responde con un principio general que invita a la reflexión, y en este caso, a la confianza en su Palabra. No podemos aplicar los mismos esquemas de relaciones y matrimonios a la vida de la resurrección. En la vida futura de la resurrección todo es nuevo, diferente, pleno, como ángeles, hijos de Dios en plenitud. Además, Jesús añade un argumento de la Sagrada Escritura, el mismo Moisés habla del “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. Por ello Dios es un Dios de vivos, no de muertos.
Nuestra fe cristiana se fundamenta en la resurrección de Jesucristo, pero nos cuesta encontrar respuestas concretas al cómo, cuándo, dónde,...viviremos esa plena resurrección y vida, de cuerpo y alma, total, completa. Por ello pidamos al Señor que fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza. El Señor, amigo de la vida, quiere que la cuidemos y protejamos a lo largo de toda ella, en todas sus etapas y dimensiones. Sabiendo además que junto a Él la viviremos eternamente en la plenitud.
Luis Gurucharri Amóstegui