Santísima Trinidad.
A una semana de la Solemnidad de Pentecostés, celebramos la de la Santísima Trinidad. Es la fiesta de Dios en lo que Él es y en su manifestación y actuar para con la humanidad. Tras la cincuentena pascual, la liturgia nos regala estas fiestas que son una gran alabanza a Dios mismo.
La Trinidad de Dios impregna toda nuestra vida. Cuántas personas comienzan cada nuevo día haciendo la señal de la cruz, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Muchas la hacen al pasar delante de una Iglesia, ermita o alguna imagen del Señor. Los sacramentos centran su momento culminante en la Trinidad, somos bautizados, se nos perdonan los pecados y comenzamos la Eucaristía en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Nuestro Dios no es un dios solitario, individualista o autista. En su mismo ser es comunidad de vida y amor, es comunión. Los santos padres hablaban del amado, el amante y el amor que los une refiriéndose a las tres personas divinas. Dicho de otra manera, Dios Padre que ama al Hijo con el amor y la fuerza del Espíritu.
La Santísima Trinidad es por ello ejemplo, modelo, paradigma para cualquier comunidad cristiana. Hemos de ser reflejo de Dios mismo. Cuánto valor y sentido tiene que en la Iglesia, en las comunidades, en las parroquias, hagamos todo comunitariamente para ser reflejo de la Trinidad. La oración, las celebraciones, la formación y reflexión, el compromiso etc. No se trata de hacer todo en grupo por imagen o estrategia, sino porque lo comunitario, la comunión forma parte fundamental de nuestra vida de fe, esperanza y amor.
Las lecturas de este Domingo son una invitación a profundizar en el Misterio de la Santísima Trinidad. Cuanto más nos sumergimos en él, más experimentamos la falta de comprensión real de este Misterio. Por ello es necesaria la fe y la contemplación. Acertadamente la Iglesia celebra este Domingo el día en que rezamos y pedimos por las comunidades contemplativas. Ellas que hacen de su trabajo oración por toda la Iglesia y el mundo, necesitan que nosotros, al menos este Domingo, pidamos por ellas. Con su testimonio y ejemplo son la señal más clara de una vida entregada a Misterio de Dios Trinidad.
Estamos en el tiempo del Espíritu, el tiempo de la Iglesia. Ese Espíritu es el que nos puede ayudar a comprender, a conocer la acción de Dios Padre creador y liberador, y la misión de su Hijo Jesucristo redentor de toda la humanidad. El Espíritu Santo santificador es el que fortalece nuestra vida para que sea santa, buena, entregada al amor y servicio a los demás.
Luis Gurucharri Amóstegui