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Domingo, 8 de diciembre de 2013

Primera lectura

LECTURA DEL LIBRO DEL GÉNESIS 3, 9-15. 20.

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre:

-- ¿Dónde estás?

El contestó:

-- Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.

El Señor le replicó:

-- ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol que te

prohibí comer?

Adán respondió:

-- La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.

El Señor dijo a la mujer:

-- ¿Qué es lo que has hecho?

Ella respondió:

-- La serpiente me engañó, y comí.

El Señor Dios dijo a la serpiente:

-- Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.

El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

Palabra de Dios



 
Segunda lectura

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 15, 4-9

Hermanos:

Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Qué Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo.

En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: "Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre."

Palabra de Dios


 
Evangelio

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

-- Alégrate, llena de gracias, el Señor esta contigo.

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:

-- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

Y María dijo al ángel:

-- ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?

El ángel le contestó:

-- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.

María contestó:

-- Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor


 
Comentarios

Hágase en mí según tu Palabra.

 

         Este Segundo Domingo de Adviento coincide con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En la liturgia cristiana, las fiestas importantes de Jesucristo van acompañadas de alguna fiesta importante de María. Nadie como ella preparó y esperó el nacimiento de su Hijo Jesús. Por eso es la protagonista indiscutible en este camino de preparación que estamos recorriendo hacia la Navidad. Nadie como María para ayudarnos a preparar el nacimiento del Mesías en nuestra vida, en nuestra comunidad.

         Las lecturas contraponen hoy a dos mujeres, dos modos de ser persona en relación con Dios. La primera, del libro del Génesis, narra el relato del primer pecado, del pecado del origen. Adán y Eva rompen unilateralmente la relación con Dios al desobedecer su mandato. En al lectura vemos cómo el Señor sale al encuentro del hombre avergonzado por su pecado. Comienza el diálogo y hace que el ser humano tome conciencia de su nueva realidad: con miedo, se siente desnudo, se esconde. Es la consecuencia de haber roto un pacto. Enseguida viene el no asumir la responsabilidad. Adán culpa a Eva y esta a la serpiente. La dinámica del mal y del pecado nos lleva a no asumir la propia responsabilidad y culpabilizar a los otros. La serpiente, símbolo de la tentación y del mal en tantas culturas, es declarada maldita por el Señor. Dios maldice el mal, lo rechaza, no lo aprueba y por ello señala las hostilidades con la mujer. Esta, a pesar de haber pecado, se llamará Eva, por ser madre de la vida, de todos los vivientes.

         Frente a Eva, la mujer que dice no a Dios y que se deja tentar. El Evangelio nos presenta a María, una virgen desposada de Nazaret. Recibe la visita del ángel en su casa. Dios, a través de su ángel Gabriel interviene en el templo (anunciación de Zacarías) y en la sencillez de una casa. Todos los lugares son susceptibles de recibir la presencia del Señor. De nuevo el Señor por medio del ángel toma la iniciativa del diálogo. En esta ocasión para realizar una propuesta única, ser la madre de Jesús, el Hijo del Altísimo, el heredero del trono de David, cuyo reino no tendrá fin. María ha encontrado gracia ante Dios, no entiende pero se fía. Dice a Dios que sí, que será su esclava, su sierva, para que se haga en ella según su Palabra. Un Dios todopoderoso que necesita del sí de una virgen, de una doncella, para llevar adelante la historia de la salvación. Es el sí más importante de la historia, el que la ha cambiado totalmente.

         En el Adviento que estamos viviendo tenemos la oportunidad de escuchar a Dios en su Palabra, y de responderle negativa o afirmativamente. Si hacemos como María, Jesús nacerá en nuestra vida de nuevo. Lo necesitamos, Él cambiará todo en mi vida personal y hará que viva según su proyecto de dicha y bienaventuranza. María Inmaculada, sin mancha, transparente, limpia de corazón, la mujer del sí a Dios, estimula y anima nuestro “sí”.

 

 

                                                        Luis Gurucharri Amóstegui


 
Leyenda



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