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Domingo, 8 de abril de 2012

Primera lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.   Hech 10, 34. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados."


 
Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.   Col 3, 1-4

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en la gloria.

Palabra de Dios.


 
Evangelio

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.   Jn 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.


 
Comentarios

DOMINGO DE PASCUA

 

Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.

 

            Con estas palabras se saludaban los primeros cristianos. La resurrección de Cristo supuso para sus discípulos y seguidores algo sorprendente, extraordinario y novedoso. Les rompió su lógica. Ciertamente que pensaban que iba a resucitar, pero al final de los tiempos, no inmediatamente. Habían escuchado que Jesús volvería a la vida al tercer día, pero no entendían que significaba esa expresión en la práctica.

 

            Cuando Jesús fue arrestado, casi todos sus discípulos se dispersaron, dejándolo solo, y cuando las mujeres les anunciaron que Cristo había resucitado no las creyeron, atribuyendo el anuncio a visiones o a una sensibilidad enfermiza; si hubiesen creído en el poder de Dios, para liberar a Cristo del abismo de la muerte, los discípulos hubiesen permanecido unidos en el momento de la Pasión y hubieran dado fe al testimonio de las mujeres.

 

            No se si a nosotros nos costará creer en la resurrección de Cristo. En este punto no se puede dudar. Si Cristo no ha resucitado somos los hombres más desgraciados del mundo, nos dice San Pablo en la primera carta a los Corintios. Si la resurrección de Cristo no es verdad, nada es verdad. Si Cristo no ha resucitado nada tiene sentido y la Esperanza se convierte en una palabra vacía e inútil, y estamos abocados a la nada al vacío a la oscuridad, a la no existencia.

 

            Pero sabemos que Cristo ha resucitado, que este acontecimiento es el fundamento de nuestra fe, que es  origen de la Iglesia que es el comienzo de la predicación, que es la razón por la que tantos hombres y mujeres han dado y entregado sus vidas, que es el motivo de nuestra esperanza, alegría de nuestra gozo y de nuestra paz.

 

            Es la fuerza para seguir viviendo, para mirar a la muerte a los ojos y decirle “donde está muerte tu victoria, donde está muerte tu aguijón “. Somos los más dichosos de los hombres. Estamos amenazados de vid. Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.  


 
Leyenda



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