“Como Yo os he amado”.
Celebramos este Domingo el quinto de Pascua. Como el anterior, la liturgia nos regala un texto del Evangelio de Juan, otro de los Hechos de los Apóstoles y otro del Apocalipsis. Se nos insiste en Pascua en la centralidad de Jesucristo resucitado; en la tarea de la evangelización y el testimonio, según la referencia y el modelo de los primeros cristianos; todo ello sabiendo que el final, la victoria definitiva sobre el mal, el pecado y la historia ya la ha obtenido Jesucristo para todos.
El Evangelio está tomado del capítulo trece de San Juan. Estamos en la segunda parte de toda la obra, en el libro de la Gloria. Jesús está en la cena con sus apóstoles y tras el lavatorio de pies, les anuncia que se aproxima el momento de la glorificación. La exaltación y glorificación acontecen con la muerte y resurrección de Jesucristo, así reciben Gloria el Padre y el Hijo del Hombre. Junto a este anuncio, Jesús, en un discurso que recuerda los antiguos testamentos espirituales de algunos patriarcas recogidos en el Antiguo Testamento, pronuncia el mandamiento nuevo. El mandamiento del amor que ya vivían los judíos, amor a Dios y al prójimo, como indicaban las Escrituras. La novedad del mandato de Jesús está en “como Yo os he amado”. El amor del cristiano ha de ser como el de Jesús: recibirlo del Padre y comunicarlo, transmitirlo, contagiarlo al estilo de Jesús, hasta el extremo, hasta dar la vida, incluso al enemigo, al que no te cae bien, al que piensa distinto. Un amor sin fronteras, ni cortapisas, universal y concreto, en tantas personas que están cercanas a nosotros y necesitan ser amadas, porque como nosotros, son hijos e hijas de Dios. Aún añade Jesús algo más, la señal de que somos de su grupo, de su comunidad es que nos amemos. Nos entretenemos demasiado en lo que nos separa y divide, en lo que nos diferencia y enfrenta. Cuidemos, sobre todo, el amor, en gestos, palabras, actitudes. En ello nos jugamos ser referencia para los alejados de Jesucristo y de la fe.
Los Hechos de los Apóstoles nos relatan el trabajo incansable del evangelizador Pablo y su colaborador Bernabé. De un lado para otro, recorriendo ciudades, regiones de la costa y el interior, invitando a perseverar en la fe, animando en las adversidades por el Reino, llevando a todos el mismo mensaje. A judíos y gentiles. Está bien utilizar todos los medios para la evangelización. El papa anterior nos invitaba a utilizar las autovías de los nuevos medios: internet, redes sociales, etc. para anunciar la Palabra del Señor. Hoy escuchaba una conferencia de un obispo que sugería una pastoral de la zapatilla, de recorrer calles, casas, plazas,... Pablo utilizó todos los medios a su alcance, hagamos también nosotros los posible por que todas las personas oigan, escuchen, se acerquen al Maestro.
Finalmente el Apocalipsis, la Revelación, nos recuerda que desde Jesucristo, “Todo lo hago nuevo”. El Señor ha cambiado la historia, la ha transformado. Ha establecido unas nuevas relaciones, El es nuestro Dios, nosotros su pueblo. La ciudad Santa, la Jerusalén celeste, nos evoca el final que nos espera, un final de encuentro, de gloria, de banquete y fiesta porque el esposo y la esposa se han encontrado. Jesucristo y su Iglesia vivirán la plenitud de la vida y el amor.
Luis Gurucharri Amóstegui