Preparad el camino del Señor.
Llegamos al segundo domingo de adviento tras la solemnidad de la Inmaculada Concepción. El dogma de la Concepción sin mancha de pecado de María, nos pone delante la figura de la Virgen como madre de la esperanza. Ella, una como nosotros, elegida por el Señor para ser madre del Jesús, del Salvador. Nadie como ella nos puede ayudar a preparar nuestro adviento personal y comunitario, digamos siempre sí al plan de amor y felicidad que Dios quiere para cada uno de nosotros.
En este segundo domingo de adviento un nuevo personaje Juan Bautista. Y un nuevo profeta, Baruc con su profecía de aliento, compromiso y esperanza. El profeta tiene que alentar al pueblo exiliado, a la ciudad de Jerusalén vestida de luto y aflicción, para que confíe en Dios mismo que será alegría, luz, justicia y misericordia. La historia del pueblo de Israel hace que los profetas desconfíen, cada vez más de los reyes y líderes religiosos, e inviten al pueblo a confiar directamente en Dios. Este Dios intervendrá directamente en la historia, por ello hay que abajar los montes elevados y encumbrar las colinas, llenar barrancos hasta hacer un camino recto al Señor. Cada uno de nosotros, nuestra comunidad, la Iglesia necesita realizar este trabajo, hemos de enderezar el camino en la dirección que el Señor nos indica.
El evangelio de Lucas señala las coordenadas históricas, espacio-temporales de la misión de Juan Bautista, el precursor. El evangelista, historiador y teólogo, nos muestra cómo los acontecimientos que tienen que ver con la encarnación del Señor están situados en un contexto concreto. Juan Bautista comienza su misión en el desierto, cerca del Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Nos viene bien este mensaje. No olvidemos que el adviento es tiempo de preparación, de vuelta al Señor, de cambiar nuestra mentalidad, de dar un giro a nuestra vida para acercarnos a Dios y a los hermanos.
¿Cómo realizar ese cambio?. El evangelista Lucas pone en labios de Juan Bautista las palabras del profeta Isaías: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos…”. Significa hacer nuestra conducta más conforme a la voluntad del Señor. “Elevar valles”, es decir confiados y esperanzados, no tristes y desilusionados. “Desciendan los montes y colinas”, asumamos una actitud de humildad, nada de orgullo y autosuficiencia.
En este segundo domingo de adviento se nos invita a realizar un examen de conciencia para avanzar y crecer, para ir preparando nuestro interior y nuestra conducta ante la venida del Salvador. Sabiendo, como dice la carta de Pablo que “el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”. Una vez más el Señor se nos propone como la meta, pero también como el camino que se nos ofrece hasta llegar a ella.
Luis Gurucharri Amóstegui