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Domingo, 10 de marzo de 2013

Primera lectura
Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué:
- «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.»
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas.
Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

Palabra de Dios.

 
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21
Hermanos:
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Palabra de Dios.

 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: - «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo:
"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»

Palabra del Señor.

 
Comentarios

Nuestro Dios, el mejor de los padres.

 

         Celebramos el cuarto Domingo de Cuaresma. Conocido como Domingo “laetare”. En el transcurso del tiempo cuaresmal, una pausa para la alegría. Ciertamente el Salmo 33 invita a la escucha al Señor y a la alegría: “que los humildes lo escuchen y se alegren”. Y también en el evangelio el padre de la parábola afirma: “deberías alegrarte”. La Cuaresma cristiana cede el color gris de la ceniza inicial, a la túnica nueva y blanca, al banquete y la fiesta del encuentro con Dios compasivo y misericordioso.

         Hoy escuchamos la conocida parábola del Hijo Pródigo, mejor llamarla: Parábola del Padre Misericordioso. Es muy importante que caigamos en la cuenta a quién dirige Jesús esta parábola. El capítulo quince de Lucas es el capítulo de la misericordia. Comienza en los tres primeros versículos con los destinatarios de las tres parábolas: publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escuchar, fariseos y escribas para murmurar, a estos que no toleraban que Jesús acogiera y comiera con pecadores les dirige su discurso. Jesús cuenta las parábolas de la oveja perdida y la dracma perdida, en las dos subraya la alegría de Dios , en el cielo o los ángeles, por un sólo pecador que se convierta. Estas dos parábolas son el pórtico de la tercera, la del Padre Misericordioso.

         En las parábolas se exageran los extremos para comprender mejor el mensaje que se quiere transmitir. El hijo menor lo hace todo mal: es egoísta, rompe la filiación y la fraternidad al no querer saber nada de su padre y de su hermano; es materialista, malgasta todo, y sólo en extrema necesidad piensa, recapacita, se arrepiente y decide volver. Lo que no pensaba encontrarse es un padre que al verlo se conmueve, lo abraza, le besa, le cambia el vestido, le pone un anillo, sandalias y le organiza la mejor de las fiestas. El encuentro con el padre le cambia la vida. Le descoloca que no le pregunte, le exija, lo recrimine, etc.

         En medio de la fiesta aparece el hijo mayor. El cumplidor, el que se cree con todos los derechos. Pero que se deja dominar por la envidia, los celos, la avaricia y arrogancia de creerse ya el bueno, el que no se ha equivocado. Sin embargo, también este recibirá una gran lección de su padre. Porque no hay nada como estar siempre junto al padre, compartir todo lo suyo, por ello debería alegrarse por la vuelta de su hermano que ha revivido y ha sido encontrado.

         Es día de reflexión, pensemos cuando nos portamos como el hijo menor o como el mayor. Pero, sobre todo, sigamos descubriendo a ese Padre Dios que nos perdona, nos regala todo lo que es y tiene, nos organiza continuas fiestas para experimentar su perdón y misericordia. Y todo ello es motivo de profunda alegría. Tiene sentido seguir avanzando en el camino cuaresmal, Dios Padre siempre estará esperando que volvamos a Él y nos alegremos profundamente de que ofrezca su perdón a todos.

 

 

                                                        Luis Gurucharri Amóstegui


 
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