El Cuerpo y la Sangre de Cristo. Día de la Caridad.
Celebramos este Domingo la solemnidad del Corpus Christi. Tras Pentecostés y Santísima Trinidad, la Iglesia nos regala esta gran fiesta en la que celebramos que Jesucristo se queda para siempre con nosotros en el Sacramento de la Eucaristía. Es día de adoración ecucarística, de procesionar al Señor por las calles para que todo quede impregnado de su presencia, de animar a los niños recién comulgados para que sepan acompañar con su inocencia y sus flores al Señor. Es también el día de la Caridad. Adoración y compromiso van de la mano, son dos dimensiones de un mismo misterio.
Las lecturas de este día nos remiten a un personaje peculiar del Génesis, a Melquisedec, rey de justicia y de paz, y sacerdote de Dios altísimo que con pan y vino bendijo a Abrán; y éste le respondió con el diezmo de cada cosa. Es un relato antiguo en el que ya aparece el pan y el vino como signos de bendición de Dios.
El Evangelio nos presenta el relato de la multiplicación de los panes y los peces que narra San Lucas. Es el milagro más repetido en los evangelios, aparece hasta en seis ocasiones y en los cuatro evangelistas. Es decir, estamos ante un hecho en la vida de Jesús y sus discípulos de enorme trascendencia. Jesús, ante la enorme necesidad de alimento que presenta la multitud que le seguía para escuchar sus palabras y presenciar sus curaciones y milagros, decide actuar. Contrasta la actitud de los doce que proponen dispersar a todos, con la de Jesús que invita a la acción y resolución del problema, “dadles vosotros de comer”. Jesús cuenta con los suyos y con el escaso alimento que tienen, cinco panes y dos peces. Pero cuenta, sobre todo, con la confianza incondicional en su Padre Dios (“alzó la mirada al cielo”) que con la bendición de los alimentos y el gesto de partirlos y repartirlos, se produce el milagro multiplicador. Lo poco, partido y repartido es suficiente para alimentar a la multitud. Este milagro prefigura y anticipa la Eucaristía, el verdadero milagro en el que Jesús se nos da como pan de vida, alimento de salvación. El pan necesario para alimentar nuestra hambre de Dios, de sentido, de felicidad. Y para fundamentar el compromiso de hacer que nadie se quede sin alimento de comida, de cultura, de amor, de Dios mismo.
En la segunda lectura leemos el primer relato de la institución de la Eucaristía presente en el Nuevo Testamento. Lo narra Pablo en su primera carta a los Corintios. Hace referencia a la tradición que procede del Señor mismo y él transmite a la comunidad de Corinto. La petición “haced esto en memoria mía” expresa el mandato de Jesús de hacer de la Eucaristía, no sólo un recuerdo, sino un memorial, una actualización real y concreta del mismo misterio que sustenta la institución de la Eucaristía, la entrega definitiva de Jesucristo, el sacrificio de la nueva alianza. El cuerpo y la sangre de Jesucristo es el sacramento por excelencia, en el que nos encontramos plenamente con el Señor. Su amor alimenta el nuestro. Su caridad hace que nosotros la vivamos, seamos caridad para nuestros hermanos más necesitados.
Luis Gurucharri Amóstegui