La Transfiguración.
El segundo domingo de Cuaresma escuchamos el evangelio de la Transfiguración, este año en la versión del evangelista Lucas. Los sinópticos recogen este momento tan importante en la vida de Jesús. Lo sitúan aproximadamente hacia la mitad de su vida pública, en el contexto de los anuncios de la pasión del Señor camino de Jerusalén. Es una nueva teofanía que nos recuerda la del bautismo de Jesús y anticipa su muerte y resurrección.
Jesús se lleva consigo a los apóstoles de confianza: Pedro, Santiago y Juan. Ellos están en los momentos clave de la vida de Jesús. Los sube consigo a la montaña para orar. Una constante en el tercer evangelio, el clima de oración, el encuentro con Dios envuelve los momentos fundamentales en la vida del Maestro. Mientras la oración, tiene lugar la transfiguración de Jesús, con dos signos muy claros: su rostro cambió y sus vestidos brillaban de blancos. La luz, el color blanco, el rostro cambiado señalan una transformación, una anticipación. Pero antes habrá de pasar la muerte que iba a consumarse en Jerusalén. San Lucas especifica la conversación que Jesús mantiene con Moisés y Elías, hablaban de su muerte.
Mientras tanto Pedro y sus compañeros están adormilados, pero espabilándose vieron su gloria y la de quienes estaban con Él. Pedro sugiere quedarse allí y montar tres tiendas. Es la tentación de la comodidad, de estar al abrigo de Jesús, de quedarse allí para no afrontar la dureza de bajar de la montaña y continuar el camino hacia la ciudad Santa donde Jesús iba a vivir su pasión y muerte. La teofanía continúa con una audición, no basta ver, es importante también oír. En este caso, la voz desde la nube, la voz de Dios que, como en el Jordán, presenta a Jesús como el Hijo de Dios, el escogido a quien hay que escuchar. Esta es la diferencia y la novedad. Dios invita a los apóstoles a escuchar a Jesús. Y en ese momento, se quedaron en silencio y sin contar lo que habían visto.
Nuestra celebración de la Eucaristía dominical puede ser, en esta Cuaresma, como la experiencia de los apóstoles en la transfiguración. La Iglesia es nuestro particular monte donde nos reunimos en oración con el Señor y la comunidad. Al actualizar el Misterio Pascual, Jesús se hace presente entre nosotros de un modo especial. Nosotros, a veces, estamos adormilados, no somos conscientes de lo que vivimos. Y además tenemos la tentación de quedarnos en el templo, olvidando que tenemos que bajar, salir a las calles, a nuestros lugares de ocio y trabajo, a nuestras casas para comunicar la experiencia de fe y vida que hemos compartido.
Necesitamos recordar la meta del camino cuaresmal, la muerte y resurrección de Jesucristo. Para que realicemos bien el camino, escuchemos la Palabra del Maestro, convirtamos nuestro corazón. Como dice Pablo, no aspiremos sólo a las cosas terrenas. Somos ciudadanos del cielo, por ello también nosotros podemos transformar nuestro cuerpo, mejor, Jesús transformará nuestro cuerpo. Por qué no empezar, ya desde ahora, transformando nuestro cuerpo en signo del amor de Dios a nosotros y en nosotros a los demás?.
Luis Gurucharri Amóstegui