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Domingo, 24 de febrero de 2013

Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abran y le dijo:
- «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.»
Y añadió:
- «Así será tu descendencia.»
Abran creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le dijo:
«Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó:
- «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?»
Respondió el Señor:
- «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres anos, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
Abran los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abran los espantaba.
Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abran, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con Abran en estos términos:
- «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el no de Egipto al Gran Río Éufrates.»

Palabra de Dios.

 
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 17-4, 1
Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.
Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas.
Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios.

 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b-36
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se calan de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
- «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
- «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que hablan visto.

Palabra del Señor.

 
Comentarios

La Transfiguración.

 

         El segundo domingo de Cuaresma escuchamos el evangelio de la Transfiguración, este año en la versión del evangelista Lucas. Los sinópticos recogen este momento tan importante en la vida de Jesús. Lo sitúan aproximadamente hacia la mitad de su vida pública, en el contexto de los anuncios de la pasión del Señor camino de Jerusalén. Es una nueva teofanía que nos recuerda la del bautismo de Jesús y anticipa su muerte y resurrección.

         Jesús se lleva consigo a los apóstoles de confianza: Pedro, Santiago y Juan. Ellos están en los momentos clave de la vida de Jesús. Los sube consigo a la montaña para orar. Una constante en el tercer evangelio, el clima de oración, el encuentro con Dios envuelve los momentos fundamentales en la vida del Maestro. Mientras la oración, tiene lugar la transfiguración de Jesús, con dos signos muy claros: su rostro cambió y sus vestidos brillaban de blancos. La luz, el color blanco, el rostro cambiado señalan una transformación, una anticipación. Pero antes habrá de pasar la muerte que iba a consumarse en Jerusalén. San Lucas especifica la conversación que Jesús mantiene con Moisés y Elías, hablaban de su muerte.

         Mientras tanto Pedro y sus compañeros están adormilados, pero espabilándose vieron su gloria y la de quienes estaban con Él. Pedro sugiere quedarse allí y montar tres tiendas. Es la tentación de la comodidad, de estar al abrigo de Jesús, de quedarse allí para no afrontar la dureza de bajar de la montaña y continuar el camino hacia la ciudad Santa donde Jesús iba a vivir su pasión y muerte. La teofanía continúa con una audición, no basta ver, es importante también oír. En este caso, la voz desde la nube, la voz de Dios que, como en el Jordán, presenta a Jesús como el Hijo de Dios, el escogido a quien hay que escuchar. Esta es la diferencia y la novedad. Dios invita a los apóstoles a escuchar a Jesús. Y en ese momento, se quedaron en silencio y sin contar lo que habían visto.

         Nuestra celebración de la Eucaristía dominical puede ser, en esta Cuaresma, como la experiencia de los apóstoles en la transfiguración. La Iglesia es nuestro particular monte donde nos reunimos en oración con el Señor y la comunidad. Al actualizar el Misterio Pascual, Jesús se hace presente entre nosotros de un modo especial. Nosotros, a veces, estamos adormilados, no somos conscientes de lo que vivimos. Y además tenemos la tentación de quedarnos en el templo, olvidando que tenemos que bajar, salir a las calles, a nuestros lugares de ocio y trabajo, a nuestras casas para comunicar la experiencia de fe y vida que hemos compartido.

         Necesitamos recordar la meta del camino cuaresmal, la muerte y resurrección de Jesucristo. Para que realicemos bien el camino, escuchemos la Palabra del Maestro, convirtamos nuestro corazón. Como dice Pablo, no aspiremos sólo a las cosas terrenas. Somos ciudadanos del cielo, por ello también nosotros podemos transformar nuestro cuerpo, mejor, Jesús transformará nuestro cuerpo. Por qué no empezar, ya desde ahora, transformando nuestro cuerpo en signo del amor de Dios a nosotros y en nosotros a los demás?.

 

                                               Luis Gurucharri Amóstegui


 
Leyenda



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