Subiendo hacia el cielo.
Al final del tiempo de Pascua llegamos a la festividad de la Ascensión. Dos lecturas de este domingo relatan este acontecimiento tan importante en la vida de Jesucristo. Lucas lo narra al finalizar su evangelio, y al comenzar el libro de los Hechos de los Apóstoles. Parece que nos quiere decir que lo último que hace Jesucristo, tras cuarenta días de apariciones, es volver al Padre; y lo primero que fundamenta la misión de la Iglesia es el don del Espíritu y el envío misionero que concede Jesús a los suyos antes de la Ascensión. Jesús no sube por iniciativa propia al cielo, sino que es el Padre quien lo eleva, lo lleva hacia Él. Se completa así el misterio de la encarnación y la redención. El Padre que envía al Hijo y se encarna asumiendo toda la humanidad, vuelve a su origen, para llevar toda la humanidad redimida al Padre del cielo, donde reside la plenitud de la divinidad.
Es un movimiento, mejor, un dinamismo trinitario, porque Jesús antes de ser elevado al cielo promete a los discípulos el descenso del Espíritu para que sean testigos empezando por Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines del mundo. Ascensión, don del Espíritu y misión-evangelización están íntimamente relacionadas. Por eso la fiesta que celebramos no significa que Jesucristo se desentienda de su presencia en el mundo y la historia, sino que estará presente mediante el testimonio de los verdaderos testigos que han, hemos recibido el Espíritu Santo.
El evangelio dice, por dos veces, que Jesús los bendecía. Culminando así todas las bendiciones que Dios había realizado a su pueblo por medio de patriarcas, reyes y profetas, y finalmente por el Hijo. Bendiciones que todos en el templo dirigían a Dios, postrados y con gran alegría. Bendecidos por Jesús, son capaces de bendecir y adorar al Señor.
Por tanto esta fiesta nos recuerda el compromiso adquirido al recibir el Espíritu Santo de dar valiente testimonio del Señor en nuestro mundo. Nos cuesta esta tarea. Muchas personas: adultos, niños, adolescentes, jóvenes, prescinden de Dios en sus vidas. No lo necesitan para nada, bien porque viven con aspiraciones o deseos puramente materiales, o bien porque, en estos tiempos, la tecnología, redes sociales, etc. satisfacen todos sus deseos. No olvidemos, también, que parte de la falta de vigor testimonial puede estar en nuestra vida cristiana acomodada o anodina que dice poco o no interpela a mucha gente.
La fiesta de la Ascensión es una oportunidad para recuperar, retomar, volver a la valentía de los primeros evangelizadores. No es cuestión sólo de empeño, contamos con la fuerza el don valioso del Espíritu, confiemos en Él.
Luis Gurucharri Amóstegui