Auméntanos la fe.
En el año de la fe que concluirá en Noviembre acogemos este Evangelio cómo una nueva oportunidad para cuidar, fortalecer, alimentar nuestra fe. La aventura de creer, supone haber escuchado la llamada e iniciativa de Dios para confiar en Él y la respuesta de quienes queremos vivir según la voluntad del Señor.
En la primera lectura, el profeta Habacuc que vive el periodo que va entre la caída del imperio asirio y el comienzo del imperio babilónico, interpela al Señor para que se manifieste y dé una solución concreta a la espera y desazón del profeta. Para que, cuanto antes, le manifieste en una visión su voluntad. Sin embargo, el Señor tiene su tiempo. No siempre coincide la actuación y manifestación del Señor con nuestros tiempos, nuestros ritmos y necesidades. El Señor invita a Habacuc a esperar sabiendo que el “el justo vivirá por su fe”. La fe como razón y fundamento de la propia vida. El justo es el hombre que se fía del Señor, el que contempla la realidad desde los parámetros de Dios. El justo es aquél que tiene una mirada sobre el mundo, la historia, y todo lo que acontece desde el plan de Dios. La fe significa aceptar ese proyecto en la vida personal y comunitaria.
En el Evangelio, los apóstoles piden a Jesús que les aumente la fe. Como si esta fuera cuestión de cantidad, de medidas. La respuesta de Jesús, como en otras ocasiones, en la linea de la calidad. No es cuestión de cantidad sino de calidad cuando hablamos o tratamos de fe. De autenticidad de fe. Por ello una fe diminuta como un grano de mostaza, pero si fuera auténtica, sería capaz de mover y trasladar, al árbol con raíces más grandes. Cuantas personas hemos conocido y conocemos que con su fe en Dios han transformado familias, situaciones adversas, instituciones, etc. Sabiendo que Dios nunca va a fallar. La segunda parte del Evangelio nos recuerda a los creyentes que el protagonismo en la vida de fe, en la vida cristiana es del Señor. Nosotros somos siervos, como Jesús, el siervo que entrega su vida, la desgasta en amor y servicio gratuito a los hombres. Nuestra misión, dar testimonio del amor de Dios amando a los hermanos.
La carta de Pablo a Timoteo es una invitación a la esperanza. Reavivando el don recibido por la imposición de manos. Dios nos ha dado un espíritu de energía, amor y buen juicio, y sobre todo alienta nuestro testimonio. Estamos comenzando un nuevo curso pastoral. Pongamos ante el Señor los proyectos y actividades evangelizadoras que junto con nuestra fe, requieren trabajo, tesón, dedicación en los duros trabajos del Evangelio. Hemos sido enviados por nuestra Iglesia, por nuestro obispo para alentar y hacer crecer la fe de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Para alentar en la esperanza a enfermos y mayores. Para testimoniar el amor y la misericordia de Dios a todos, especialmente a los más desamparados y necesitados. Oremos especialmente por las víctimas de la tragedia de Lampedussa en Italia.
Luis Gurucharri Amóstegui