Pescador de hombres.
En el quinto Domingo del tiempo ordinario escuchamos tres lecturas y el salmo. La primera de Isaías narra la vocación del profeta. El domingo pasado escuchamos la de Jeremías, en este la del mayor de los profetas del Antiguo Testamento. Isaías recibe su llamada y misión en una visión en el templo, donde la presencia del Señor lo llena todo. Los serafines cantan y gritan a la santidad de Dios. El profeta ante esta manifestación extraordinaria del Señor de diente pequeño, poca cosa, pecador. Necesitado de purificación, especialmente de purificar sus labios, su boca, que será el instrumento necesario para la proclamación de los oráculos de Dios. En cuanto está purificado, el profeta se siente listo, preparado para la misión, “aquí estoy, mándame”.
También en el evangelio vemos un paso más en el camino que Pedro, el apóstol, tiene que realizar para seguir a Jesús. El contexto del pasaje es el del trabajo, la pesca. Allí Jesús junto a los pescadores, les invita a intentar a echar de nuevo las redes. Toda la noche habían estado bregando y nada. Pero, como dice Pedro “por tu palabra...”, la palabra y la presencia de Jesús siempre son transformadoras. La pesca se torna en un gran éxito, csi se rompía la red por el pescado conseguido. Pedro se siente pecador, ante la palabra y presencia de Jesús, se siente pequeño, pecador. Ahora sí que confiará plenamente en Jesús y por ello está listo para recibir la plena misión, “desde ahora serás pescador de hombres”. Y dejando las redes lo siguieron. El encuentro con Jesús, si es auténtico y de verdad, se torna en un nuevo impulso para el seguimiento y la misión.
Como Isaías, como Pedro ante la presencia del Señor nos sentimos pequeños y pecadores, pero Dios sigue contando con nosotros para la tarea de la evangelización. La dimensión de apostolado y profética de nuestra fe son fundamentales, no las podemos olvidar, ni perder. Sabiendo que el verdadero protagonista siempre es el Señor que actúa en nosotros, Se sirve de nosotros que somos instrumento elegido para llevar adelante su proyecto de salvación y vida para toda la humanidad.
La Carta del apóstol Pablo a los Corintios recoge uno de los credos prepaulinos más antiguos de las primeras comunidades cristianas. El núcleo, el kerigma de todo anuncio evangelizador: que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras. Esta es la verdad que Pablo ha recibido y, a su vez, transmite a la comunidad de Corinto. Esta es la verdad, el corazón mismo de toda tarea evangelizadora, también en el tiempo que nos toca vivir. Con toda nuestra vida: palabras, gestos, obras, oración, testimonio, etc. hemos de manifestar y transmitir esta verdad salvífica.
El salmo 137 nos invita a dar gracias al Señor de todo corazón. Demos gracias a Dios en la eucaristía dominical por todo lo que sigue haciendo en su Iglesia y en el mundo, por lo que hace a través de nuestra vida cristiana entregada a Dios y a los hermanos.
Luis Gurucharri Amóstegui