El Buen Pastor.
El cuarto domingo de Pascua es cada año el domingo del Buen Pastor. La Iglesia celebra además la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, especialmente al sacerdocio y a la vida consagrada.
Este año proclamamos en el Evangelio cuatro versículos del capítulo diez de San Juan, todo él dedicado a la imagen de Jesús, Buen Pastor. En el v. 11 Jesús dice “Yo soy el Buen Pastor”, es una de esas afirmaciones que revela la identidad más profunda de Jesús. La imagen o figura del pastor está muy presente en toda la Sagrada Escritura: Abel era pastor, también Abrahán, Moisés y David. Todos ellos personajes que llevan adelante el proyecto de salvación de Dios para su pueblo. Todos ellos prefiguran al verdadero Buen Pastor que es Jesús. Él cuida de las ovejas, de todas, de las que están en su redil y de otras que no están en su redil. El Evangelio nos dice cuáles son las características de las ovejas que siguen a este Pastor: escuchan su voz y le siguen. Por otra parte el Buen Pastor las conoce y les da vida eterna. En este tiempo pascual en el que nos encontramos se nos recuerda la importancia de escuchar la voz, la Palabra del Señor, sin ella no podemos vivir en plenitud, ni seguir al verdadero Pastor. Éste nos conoce, no sólo sabe quiénes somos, sino que nos cuida, nos ama, se desvive por nosotros; y nos da vida eterna, para no perecer y disfrutar un día de la eterna bienaventuranza. En la lectura del Apocalipsis se nos dice que el Cordero que está delante del trono “será su pastor”. Jesús es al mismo tiempo Cordero porque ha entregado su vida hasta el extremo por nuestra redención; y además Pastor, porque nos guía, conduce, consuela, alimenta, etc.
En el tiempo de Pascua las lecturas, especialmente el Evangelio de Juan y los Hechos de los Apóstoles, nos invitan a fortalecer nuestro testimonio, nuestra misión de anunciar con palabras, gestos y obras, la fe en Jesús Resucitado. La primera lectura describe la actividad incansable de Pablo y Bernabé anunciando a todos la Buena Noticia de Jesucristo: a judíos y gentiles, en medio de fuertes presiones y persecuciones. Nosotros, cristianos del siglo veintiuno, compartimos la misma misión que Jesús, la misma que le confió el Padre y recibieron los apóstoles y discípulos. No siempre es fácil, pero todos tenemos y debemos esforzarnos por comunicar a todas las personas de buena voluntad el gozo, la alegría de creer. Una muchedumbre inmensa de toda nación, raza, pueblo y lengua, espera nuestro testimonio. Como dice el papa Francisco la Iglesia no ha de ser autorreferencial, no ha de estar sólo y siempre preocupada de ella misma, sino que ha de ser referencia para que la humanidad descubra una luz, un tesoro, que ella no se da a sí misma, sino que recibe de Jesucristo Resucitado.
Que el Buen Pastor nos conceda abundantes vocaciones según su corazón.
Luis Gurucharri Amóstegui