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Fernando Alastuey ya está con el Padre

Agenda de actos
Fecha del evento: 24/07/2016
La misa funeral será el domingo 24 de julio, a las 16 h, en nuestra parroquia.
Nuestro querido Fernando, tras una lucha con la enfermedad, al fin descansa en los brazos del Padre. Compartió su servicio sacerdotal en nuestra parroquia durante muchos años y se ganó el cariño y el afecto de todos. 

La misa funeral será el domingo 24 de julio, a las 16 h, en nuestra parroquia.

Te recordaremos en nuestras oraciones siempre.



Emotiva homilía de José Antonio Satué en la misa funeral.

Ha muerto Fernando. Su historia, que comenzó en Biscarrués hace 82 años, ha llegado a la meta, a su culminación. Aquí estamos su familia, sus amigos, sus feligreses, sus compañeros sacerdotes, en torno al altar y al Obispo, para vivir juntos esta despedida. Tomo la palabra en este momento, porque Fernando expresó repetidamente su deseo de que D. Manuel Malo o yo así lo hiciésemos.

Tres palabras resumen lo que en este momento muchos sentimos: pena, gratitud y esperanza.

Pena
, porque las despedidas de las personas queridas siempre son dolorosas, aunque no sean para siempre. El amor nos lleva a querer estar cerca de las personas amadas y por eso, también los creyentes, lloramos la muerte de nuestros seres queridos.

Gratitud
. Fernando no quiso flores en su funeral, pero en este momento os invito a trenzar entre todos una gran corona, una gran corona tejida con rosas de gratitud, con cientos oraciones de acción de gracias, que salgan de nuestros corazones. Dejadme que en nombre de todos exprese en voz alta esas oraciones de acción de gracias que están surgiendo, y que seguirán brotando en vuestro interior: Gracias, Señor, porque Fernando ha sabido dar y recibir cariño. Gracias por sus besos y sus abrazos generosos. Gracias por ese dinero que Fernando nos ofreció cuando estuvimos en apuros. Gracias por su capacidad para suavizar situaciones tensas. Gracias porque no soportaba estar enfadado con nadie y enseguida buscaba la reconciliación. Gracias por su espíritu familiar. Gracias porque disfrutaba reuniendo a sus amigos. ¡Qué importante era para Fernando la familia y qué importante la amistad! ¡Cuántas veces lo decía! Así ha vivido y así ha muerto, bien arropado y cuidado por su querida familia, bien acompañado por sus amigos.

Seguimos construyendo nuestra corona de gratitud. Gracias por la alegría que Fernando ha repartido en estos 57 años de sacerdocio, siempre a la sombra de la Sierra de Guara: en Bara, Otín y Nasarre; en Barluenga, Chibluco, San Julián de Banzo, Santa Eulalia, Loporzano, Sasa y Castilsabás; en Huesca, como profesor de religión y en esta Parroquia de Santiago Apóstol  y en la de Santo Domingo y San Martín. Gracias porque en sus homilías hablaba de amor de Dios con dulzura; de ese Dios Padre, del que nos habla Jesús en el Evangelio de hoy, un Padre que no se cansa de perdonar, que nos regala el pan, la Palabra y su Espíritu cada día, que nos ofrece su fuerza en la tentación; que da al que pide y abre al que llama, que sabe dar cosas buenas a todos, también cuando no somos buenos... ¡Cuántas oraciones de gracias surgen espontáneamente, aún en medio del dolor o la tristeza! ¿Verdad? ¡Qué bonita corona estamos construyendo entre todos en pocos minutos!

Quisiera aportar una rosa muy particular. Creo que no se molestará si comparto con sus amigos y su familia nuestro último encuentro en su casa. Llegamos con José María Nasarre, nos saludamos y enseguida entramos en materia: Qué tal estás, Fernando? Pues estoy acabando. Me están dando morfina y no sé cuánto duraré. Emocionado, nos contó lo agradecido que estaba a la vida y a Dios por lo mucho que había recibido, mucho más –dijo– “de lo que me he merecido”. Había escrito una oración de acción de gracias, preciosa, que pudimos leer. Y de la gratitud, suavemente, sin forzar, empezó a pedir perdón, arrepentido, con toda la verdad que impone la cercanía de la muerte. Pidió perdón, sobre todo, por aquellas cosas buenas que habría podido hacer y no había hecho, por haberse dejado llevar por la comodidad. Rezamos juntos, los tres, con lágrimas en los ojos y culminamos el encuentro, celebrando sacramentalmente el perdón de Dios. ¡Qué momento tan especial, en el que pudimos sentir que la alegría de sentirnos tocados por la misericordia de Dios es mucho más fuerte que la tristeza por la muerte presentida como cercana! Esta es la rosa, la acción de gracias del  propio Fernando, por su vida y por su fe, que quiero colocar en lo más alto de esta gran corona que entre todos estamos trenzando.

Pena, gratitud y
 Esperanza. Es la tercera palabra. Los cristianos estamos aquí para compartir nuestra esperanza, la esperanza de que el Amor es más fuerte que la muerte, el Amor de Dios es más fuerte que la muerte de Fernando.

¡Fernando! Escucha la palabra de Jesucristo, que te llama y quiere abrazarte y purificarte, así, de todo pecado, para que puedas ver a Dios Padre cara a cara y descubrir en sus ojos la huella del amor con que siempre te ha acompañado; para que bebas a grandes sorbos el agua viva de la fraternidad, de la amistad, ya no contaminada ni por una chispa de envidia o egoísmo. San Pablo nos recordaba que, con el bautismo, comenzamos, comenzaste, Fernando, a disfrutar de la Pascua del Señor, la fuerza de la resurrección. Disfrútala ahora plenamente. Celebra y goza con la salvación gratuita de Dios, que Dios nos regala inmerecidamente a todos, la felicidad más grande que desborda los anhelos y deseos más bellos de toda la humanidad.

Termino estas palabras con un himno de la Liturgia, preñado de esperanza, que Fernando leía, con mucho sentimiento, en los funerales que celebraba en Santo Domingo:

Dejad que el grano se muera
y venga el tiempo oportuno:
dará cien granos por uno
la espiga de primavera.
Mirad que es dulce la espera
cuando los signos son ciertos;
tened los ojos abiertos
y el corazón consolado:
si Cristo ha resucitado,
¡resucitarán los muertos! Amén.




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