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Homilía para el funeral de Tere Vidal

Vida de la parroquia
Fecha del evento: 18/06/2015
Nuestra amiga y querida Tere se ha ido al cielo, muchas oraciones.

Primera lectura: Lectura del Libro de Isaías 25, 6. 7-9

Salmo: Salmo 26

Evangelio: Mateo 5, 1-12


HOMILÍA PARA EL FUNERAL DE TERE VIDAL

Ayer por la tarde todos recibimos el mazazo de la noticia de la muerte de Tere. Unos antes, otros más tarde, pero todos con una misma reacción: la incredulidad. “No puede ser, pero si hasta hace poco estaba tan bien”, “parece increíble”,..estas expresiones y otras parecidas compartimos al enterarnos de la noticia, al venir a la Parroquia para rezar el rosario, o al rezar el responso junto a su familia en el tanatorio.

Estamos aquí no para analizar qué y cómo ha pasado, sino para arropar a su familia y amigos, para agradecer a Dios la vida de esta gran mujer y pedirle que le conceda el descanso junto a los suyos.

Me cuesta no poder estar este día en la Parroquia acompañando a la familia y amigos de Tere y a todos los feligreses que la conocíamos y queríamos tanto. La fuerza de la oración y el inmenso cariño me hace estar unido a todos vosotros, aunque no esté presente.

Para su familia Tere, tía Tere, lo ha sido casi todo. Ella junto a Tomás su marido, preocupada de todos y por todos. Cuando se jubiló de tantos años de trabajo, y estos últimos años sin Tomás, aún se ha volcado más para los suyos y para tantas actividades de la Parroquia y de la diócesis.

Especialmente han sido intensos estos dos últimos años en que fallecieron sus hermanas María Elena y Nati. Ella ya intuía que se tenía que ir preparando para cuando Dios quisiera, aunque no pensábamos ni queríamos que fuera tan pronto. Estos últimos meses preocupada por su salud, pero sin descuidar que los de su alrededor, su gente y amigos estuvieran bien.

El pasado diez de Mayo recibió en la Parroquia el sacramento de la Unción de Enfermos, lo tenía claro: hay que estar preparada. La recibió junto a otras personas, religiosas, laicos, mayores, algún joven. En la celebración varias personas sintieron la fuerza especial del Espíritu, me dijeron: hemos sentido que ha ocurrido algo muy especial. La presencia y fuerza de Dios no deja indiferente, sino que actúa y transforma. Tere estaba preparada, muy preparada para este momento definitivo del encuentro con el Señor.

Vamos a notar su ausencia muchas personas: su familia, sus amigos, y tanta gente de la Parroquia donde siempre se ha volcado: como catequista, en el grupo de liturgia, en el Consejo de Pastoral de la Parroquia y en Manos Unidas. Una persona, una cristiana que ha entendido y vivido plenamente el “ser para los demás”, que está en la raíz de las bienaventuranzas y de la vivencia del Evangelio.

Cuando nos faltan las palabras para expresar lo que sentimos y vivimos, viene en nuestra ayuda la Palabra de Dios. La que hemos proclamado en esta misa funeral nos invita a la esperanza cristiana y al agradecimiento. Dice el profeta Isaías que el Señor “aniquilará la muerte para siempre” y “enjugará las lágrimas de todos nosotros”. El Señor ha vencido definitivamente a la muerte con su resurrección. Este acontecimiento central de nuestra fe, da sentido a nuestra existencia, la muerte ya no tiene la última palabra, ni la definitiva. “Celebremos y gocemos con su salvación”. Lo que el profeta anuncia en un contexto y para un tiempo concreto, Jesucristo lo ha obtenido para siempre, sólo en Él está la salvación definitiva. Esa de la que ya participa Tere.

El Evangelio nos ha recordado el secreto de la verdadera y auténtica felicidad que nos propone el Evangelio. Es feliz quien se entrega, se da a los demás, quien antepone el bienestar del otro, el del hermano, al suyo propio. En esta verdad fundamental, Tere ha sido una maestra, disfrutando por que los demás estuvieran bien, atenta a todos y en todo, preocupada por quien la pudiera necesitar. Las bienaventuranzas finalizan con la gran promesa: “estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. Quien es feliz viviendo el proyecto de vida de Jesucristo vive con alegría y, sobre todo, recibiendo la gran recompensa del cielo. Sólo el Señor puede compensar a Tere todo el bien que ha hecho en su vida, sólo él puede perdonar sus pecados. El cielo es la presencia continua de Dios, el cielo es el encuentro, el banquete, la plenitud de la vida. Que este cielo prometido por el Señor sea la mejor recompensa para Tere.

Finalmente, creemos y esperamos que Tere se encuentre con los suyos, su esposo, sus padres y hermanas y, desde esa presencia de Dios, seguro que va interceder por esta Parroquia a la que tanto quería. Nos quedamos un poco huérfanos de esta gran mujer, la vamos a recordar mucho, vamos a rezar por ella y junto a ella. Que el Señor le conceda todo el descanso merecido.  Así sea.





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