VIDA PARROQUIAL
2ª época, Nº 18. Septiembre de 2014.
Evangelii gaudium. la alegría del evangelio.
Este es el título de la Exhortación Apostólica postsinodal que el papa Francisco nos ha regalado el 24 de Noviembre de 2013, al finalizar el año de la fe y el Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Un documento dirigido «a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos», es decir a todo el pueblo de Dios. No es un texto sólo para obispos y curas, o para teólogos, o para especialistas en pastoral, sino para todos los que formamos y nos sentimos iglesia, parroquia, comunidad cristiana. Su contenido también aparece en el subtítulo: «sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual». El papa quiere que nos centremos en lo fundamental de nuestra vida y misión: comunicar la buena noticia del evangelio a las personas, grupos, gentes de nuestro mundo. Esta es la razón de ser de la Iglesia, y lo que debe seguir dando sentido a nuestra tarea y misión.
Esta exhortación va a estar presente en muchas reuniones de nuestra diócesis en este curso 2014-2015, también en nuestra parroquia. Lo vamos a reflexionar y estudiar los sacerdotes, para llevar a la práctica muchos y buenos consejos que el papa nos sugiere para la pastoral de nuestras parroquias. En nuestra parroquia, al menos, lo vamos a profundizar y reflexionar en el grupo de liturgia, pero estará presente en celebraciones y oraciones de toda la parroquia. Si alguno tenéis interés en participar en alguno de los grupos que lo trabajemos no tenéis más que decirlo.
El papa Francisco quiere para la Iglesia un dinamismo misionero, el impulso y la fuerza que tuvo la Iglesia en sus comienzos y que también ha estado presente en muchos momentos de su historia. Para lograrlo habla de una «Iglesia en salida». Esto es: «En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG, 20).
También lo que el papa llama «primerear». Esto significa: «La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo» (EG, 24).
Que estos dos números de todo el documento nos sirvan para abrir boca, para leerlo, profundizarlo, rezar con él. Pero sobre todo, para llenar de ilusión, coraje y valentía la tarea, la misión que nuestra parroquia tiene que desarrollar a lo largo de este curso.